Thursday, March 13, 2014

Perdón, y ahora ¿que más…?


Resulta positivo que el actual intendente de La Araucanía, Francisco Huenchumilla pida perdón al Pueblo Mapuche, y que además, se reconozca la acción del “despojo” como el mecanismo usado por el Estado para instalarse en territorio ancestral.

Tal mención pública, fundamenta la verdad de aquellos que afirman que desde los tiempos de la Pacificación hasta hoy, se vive un proceso de “etnocidio” que no sólo reduce el territorio ancestral, sino que destruye de manera sistemática los modos de vida, tradiciones y pensamiento del Pueblo, considerando al mapuche como  “relativamente malo”, y asumiendo que sólo el Estado puede "mejorarlos" al transformarlos de manera que se parezcan a su modelo propio.

La sola aceptación de este proceso mediante el perdón, determina un hito que se agradece por cuanto se reconoce una historia oculta que explica el carácter conflictivo de La Araucanía en su relación social, económica y cultural.

Nada más vale reparar en que este gesto, no pasa de ser un anhelo personal cuya base discursiva, con matices diferentes, replicó la misma autoridad en la pasada cumbre de Enela 2013, quedando la duda sobre si es el Estado a través de su Poder Ejecutivo o es sólo el intendente a pito personal quien establece este perdón y propone su “dirección” política de solución.

Tal interrogante resulta lógica, ya que no es primera vez que el Pueblo Mapuche, y los Pueblos Originarios en general, son destinatarios de peticiones de perdón  de alguno de los tres poderes del Estado. Sólo basta recordar que el año 2010 la diputada Alejandra Sepúlveda, desde su estrado en la Presidencia de la Cámara Baja realizó idéntico llamado, sin que se reflejara en el tiempo un cambio en la relación de este Poder con el Pueblo Mapuche, sea a través de propuestas de representación desde esta Corporación o la discusión abierta de convenios como el 169 de la OIT.

Es así que no sólo basta reconocer el “error”, sino que resulta vital conocer, públicamente, cuál será el remedio a la actual relación. Si este direccionamiento se reduce a nuevas mesas de diálogo a puerta cerrada para conocer, otra vez y otra vez, las demandas históricas planteadas, resulta “políticamente” imposible que la actual administración logre avances, cayendo más profundo en las desconfianzas a esta altura casi biológica entre ambas culturas; obligándose a continuar en la sempiterna política de los subsidios sin la consideración de tradiciones, modos de vida, trabajo y las relaciones internas que subsisten a duras penas en el Pueblo.

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